Pero si nos ponemos a analizar nuestras reacciones, nos podríamos preguntar, ¿por qué gritamos?. Un niño le preguntó a su Padre: – ¿Por qué las personas gritan cuando están enojadas?, él le respondió.- Porque pierden la calma, entonces gritan.
- Pero, ¿por que le gritan a una persona que está a su lado? –Preguntó el niño-. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado? él explicó- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Pues, no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué?… Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
- Pero, ¿por que le gritan a una persona que está a su lado? –Preguntó el niño-. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado? él explicó- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Pues, no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué?… Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
Éstas parejas no hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es, observa lo cerca que están dos personas que se aman.
Cuando dos personas están enojadas y discuten, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esta distancia, deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para conversar entre ellas.
Esta historia nos muestra que los gritos, solo nos alejan cada vez más de las personas, pudiendo llegar a lastimarlos con nuestras palabras. Cuando estamos enfurecidos, podemos decir cosas que ni siquiera sentimos pero que son el resultado de un momento de enojo. Un dicho común declara “las palabras se la lleva el viento”, sin embargo la Biblia nos enseña que hay poder en las palabras, podemos bendecir o maldecir con ellas. Santiago 3:9 nos habla sobre nuestra lengua:” Con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.”
No dejemos que nuestros corazones se alejen de las personas que amamos y que Dios puso en nuestro camino, evitemos las palabras que nos distancien, pues nuestra misión es ser de bendición y no de maldición.” De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.” Santiago 3:10
Somos humanos, nos enojamos, nos irritamos, sin embargo cuando mantenemos una vida en comunión con Dios debemos refrenar nuestra lengua y también evitar mantenernos disgustados con los demás, eso solo nos amarga y cuanto más tiempo pasa es peor. “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,” Efesios 4:26
Telma Céspedes
CVCLAVOZ
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario