lunes, febrero 17, 2014

Honroso para la mujer paraguaya


Las referencias elogiosas a la mujer paraguaya que el papa Francisco ocasionalmente suele hacer responden, según sus propias declaraciones, a la admiración personal que afirma sentir hacia esta figura femenina por la heroicidad demostrada durante y después de la guerra que aquí conocemos como “de la Triple Alianza”. El viernes último volvió a recordar aquellos méritos, reclamando inclusive que se le otorgue el Premio Nobel a la mujer paraguaya, genéricamente mencionada. Las elogiosas referencias papales a la mujer paraguaya constituyen un fuerte impulso al proceso de inserción más equitativa que se procura para ella en nuestra sociedad, para ir eliminando los últimos bolsones de discriminación y de subvaloración que aún persisten, males que conspiran contra la equidad que anhelamos para la sociedad nacional.
Las referencias elogiosas a la mujer paraguaya que el papa Francisco ocasionalmente suele hacer responden, según sus propias declaraciones, a la admiración personal que afirma sentir hacia esta figura femenina por la heroicidad demostrada durante y después de la guerra que aquí conocemos como “de la Triple Alianza” (1865-1870). El viernes último volvió a recordar aquellos méritos, reclamando inclusive que se le otorgue el Premio Nobel a la mujer paraguaya, genéricamente mencionada.
“Y se sabe en toda América –afirmó el papa Francisco– que la mujer paraguaya es la más gloriosa, no por haber estudiado más que otras, sino porque supo asumir un país derrotado por la injusticia y los intereses internacionales. Y ante esa derrota llevó adelante la patria, la lengua y la fe”.
Estas referencias resultan elogiosas para nuestro país porque, además de poseer el valor intrínseco de ser pensamiento y palabras del más alto líder espiritual del orbe católico, al haber sido expresadas públicamente sirven para enseñar al mundo algo acerca de un jirón de lo que seguramente fue la etapa más dramática de nuestra historia, con la enorme carga moral y material que representaron sus dolorosas consecuencias sobre las espaldas de nuestra población femenina sobreviviente.
La cita papal se dio en el contexto de una declaración vinculada al papel de la mujer dentro de la Iglesia Católica, tema que podría resumirse en el siguiente párrafo, literalmente transcripto: “En la Iglesia, debemos pensar en la mujer en esta perspectiva: de opciones arriesgadas, pero como mujeres. Esto se debería explicar mejor. Creo que no hemos hecho todavía una profunda teología de la mujer en la Iglesia”.
La mención de las mujeres paraguayas sobrevivientes a la gran guerra librada en el siglo antepasado, poniéndolas como ejemplo de heroísmo femenino, supone un espaldarazo moral para los movimientos y proyectos que procuran mejores condiciones sociales para ellas, otorgándoles mayor presencia en todos los ámbitos de las actividades humanas constructivas, con especial énfasis en aquellas que conforman la base del progreso de la humanidad.
Mas, también se refieren a las relaciones internas entre la institución eclesial y las mujeres católicas, asunto muy debatido en los foros que se ocupan de tales temas, por el hecho de que existen fuertes presiones, dentro y fuera de la Iglesia, para que sus autoridades creen las condiciones formales y prácticas necesarias para incrementar la presencia e importancia femenina en ese cuerpo institucional.
Es sabido que la Iglesia Católica no es una entidad revolucionaria que se “aggiorna” a saltos, con innovaciones intempestivas impulsadas por el entusiasmo o la moda, sino que, por el contrario, cuida de tomarse su tiempo para analizar, evaluar y prevenir las consecuencias eventuales de los cambios que proyecta para sí misma, en su organización y funcionamiento y en el manejo de su alta misión espiritual.
El papa Francisco parece estar interesado en dar algunos pasos adelante en relación con este tema, considerando que suele referirse a la cuestión de la equidad de los sexos con más frecuencia que otros antecesores. El caso es que, si la Iglesia Católica modifica sus normas y costumbres para que dentro de la institución que preside las mujeres vayan recibiendo cada vez más funciones y mayores responsabilidades, estaría señalando este rumbo histórico no solamente a los católicos, sino también a los líderes de pueblos pertenecientes a otros ámbitos religiosos y a sociedades culturalmente diferentes de las nuestras.
En el caso específico de nuestro país, las elogiosas referencias papales a la mujer paraguaya constituyen un fuerte impulso al proceso de inserción más equitativa que se procura para ella en nuestra sociedad, para ir eliminando los últimos bolsones de discriminación y de subvaloración que aún persisten, males que conspiran contra la equidad que anhelamos para la sociedad nacional.
La heroicidad de la mujer paraguaya durante y después de la Guerra de la Triple Alianza es, en efecto, un hecho singular, digno de figurar entre los sucesos más remarcados de la historia de la humanidad. No fue el único caso de abnegación y valentía femeninas en situaciones límite, por supuesto, pero en lo que hace a América Latina, difícilmente se hallará otro episodio de su pasado con el cual equipararla.
El papa Francisco, por ser argentino y haber estudiado la historia de su patria, conoce los padecimientos de aquella dramática circunstancia que envolvió a nuestros dos pueblos, motivo por el cual su opinión tiene el valor legítimo de lo fundamentado en la experiencia y el conocimiento personalmente adquiridos.
Cabe esperar que, además del beneficio de la divulgación de los méritos y valores femeninos que pueda obtenerse de sus palabras, tengan también estas la virtud de impulsar acciones concretas, traducibles en transformaciones culturales, económicas y políticas destinadas a tornar nuestras sociedades más justas y equilibradas

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