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Creo que cada vez nos sorprende más ver a una persona cumplir su palabra porque nos hemos acostumbrado a dar y recibir disculpas por no poder llevar a cabo diferentes cosas a las que nos comprometimos.
La mayoría de las veces sólo pensamos en nosotros mismos sin darnos cuenta que al no cumplir con un compromiso, estamos mostrando falta de respeto por una persona, poco interés por su tiempo y por ella misma. Son raras las ocasiones que primero nos ponemos en el lugar de otros y nos esforzamos por realizar lo acordado con ellos.
Aquí van algunos ejemplos:
- Cuando le prometemos a nuestros hermanos menores, sobrinos o hijos que les compraremos algo o los llevaremos a un determinado lugar.
- Cuando les prometemos a nuestros padres ser más puntuales y responsables.
- Cuando les prometemos a nuestros amigos que no faltaremos a una reunión o actividad planificada.
- Cuando nos prometemos a nosotros mismos cuidar nuestra salud, comer sano y hacer más ejercicios.
- Cuando le prometemos a Dios cambiar y consultar con Él cada una de nuestra decisiones pero seguimos viviendo igual.
Como seres humanos nos sentimos tristes, decepcionados y defraudados cuando alguien nos promete algo y no cumple, no importa si somos hombres o mujeres, jóvenes o adultos, el sentimiento es el mismo. Pero, alguna vez nos hemos preguntado ¿cómo se siente Dios cuando le fallamos, cuando no cumplimos con lo que le prometimos y seguimos viviendo como si nada hubiera pasado?. ¿Cuántos de nosotros somos conscientes del dolor que le causamos? ¿Cuántos le pedimos perdón cada vez que lo lastimamos?
Hoy es buen día para restaurar nuestra relación con Dios. Traigamos a la memoria todas aquellas ocasiones en las que le prometimos algo y no lo hicimos, sin importar cuáles fueron los motivos, pidámosle perdón por haberle hecho promesas que al final no cumplimos. Pero también restauremos la relación con nuestra familia, amigos y conocidos, hablemos con ellos y pidamos que nos perdonen. De ahora en adelante, no prometamos a las personas cosas que no podremos realizar, seamos sinceros y digamos: “Disculpa, no podré hacerlo” o “No iré, lo siento”, así no los ilusionaremos, no les haremos perder su tiempo y nos evitarnos momentos incómodos.
La próxima vez que vayamos a prometerle algo a Dios, que sea de corazón, no solamente de labios y para cumplirlo.
Estoy segura que el mundo sería diferente si todos cumpliéramos con nuestras promesas. ¡Les propongo que empecemos haciéndolo hoy!
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Brisna Bustamante S.
CVCLAVOZ
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
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