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sábado, noviembre 02, 2013

Indígenas de Bolivia dejan la idolatría y siguen a Jesús

       

El cerro de Potosí, en Bolivia, todavía domina el paisaje con sus montañas sin árboles, y se ha convertido sobre todo en un motivo de leyendas. Por ahora sus riquezas se han agotado en gran parte. Sólo un par de horas en auto hacia el norte, los signos de prosperidad de la ciudad desaparecen por completo. No hay minas en esta zona, y los indios quechua viven igual que sus antepasados lo hicieron hace siglos, tratando de sobrevivir como productores de papa.
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Pero en medio de la pobreza extrema, el ministerio Alcance Evangelístico Quechua tiene algo de gran valor para compartir con los pueblos indígenas que viven en asentamientos aislados en el altiplano.
La organización Misión de Ayuda Cristiana se centra en la evangelización y la formación de los misioneros nativos que hablan el idioma y conocer la cultura para llevar la buena noticia de Jesucristo a la gente que vive adentrada en la montaña.
Máximo es un obrero evangélico que sirven en las comunidades periféricas de Potosí. Él habla quechua y soporta las mismas dificultades de los aldeanos que viven en pequeñas casas de adobe, sin agua ni corriente eléctrica.
La idolatría sigue siendo una parte integral de las costumbres religiosas de los quechuas, que viven con temor a sus dioses.
Con el fin de apaciguar a la Pachamama, el espíritu de la Madre Tierra, creen que los sacrificios son necesarios. El sacrificio puede ser un animal, un conejillo de indias o una llama, o en eventos festivos se derrama alcohol en el suelo para la buena suerte. Estos rituales se realizan, según ellos, para prevenir enfermedades, accidentes u otras desgracias.
Sin embargo, los milagros y las sanidades a través del mensaje de Jesucristo son un medio para la conversión de los quechuas. Máximo es un misionero destacado en la zona y asegura que recientemente compartió el evangelio con una mujer gravemente enferma llamada Juana. Su cuerpo estaba tan atormentado por el dolor que no podía levantarse de la cama. Sin dinero y sin servicios médicos disponibles, su familia acudió a él en busca de ayuda.
Este fue una oportunidad que este misionero no dejó pasar por alto para hablarles de Jesús. Él les explicó que no era necesario llevar a cabo una ceremonia de sacrificio a los dioses para ser sanado. El Dios del cielo ya había hecho el sacrificio supremo por ella a través de la muerte y resurrección de su Hijo, el Señor Jesucristo.
"Ella recibió a Jesús y oró por su salud", dijo Máximo. "Después de varias visitas y la oración, su salud está mejorando y ahora está asistiendo a nuestra iglesia local. Ella da testimonio a sus vecinos y familiares".
Al igual que Máximo, Eduardo también sirve como misionero en el pueblo de Kalapaquiri, también situado en la región de Potosí.
Él está muy entusiasmado con la cosecha espiritual que tiene lugar poco a poco en cada comunidad. Eduardo tiene estudios de la Biblia dos veces a la semana. Su congregación también organiza un día de ayuno, oración y adoración una vez al mes.

 

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