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sábado, marzo 12, 2016

El poder de las palabras


Cuando empezamos a hablar, las primeras palabras son de emoción y hay alguien que las guarda en el corazón porque ansiaba escucharlas. Luego cuando crecemos, aprendemos que hay palabras de todas las variedades, es como si estuvieses en una tienda de ropas, pues eres tu al final que escoges cuáles palabras usas.
Podríamos decir que hay palabras dulces, palabras amargas. Las palabras dulces son las que siempre deseas escuchar, es como el susurro de mar cuando acaricia la playa, con ellas recibes amor, concejos, haces una buena plática, ríes, hasta lloras y siempre están contigo. Las palabras amargas a lo mejor era que no existiesen, sabes ¿por qué? Porque son las que te hieren, las que te destruyen en lo más profundo de tu corazón, son las que quieren que se borren pronto pero lamentablemente son las que se demoran en olvidar ya que son las que muchas veces nos hacen cuestionar por qué existimos para creernos más que los demás, para juzgar, para criticar, para destruir, para dañar y no nos damos muchas veces cuenta que la escogencia de las palabras amargas hace sentir mal a otras personas, las puede destruir y en muchos casos transformarlas.
Es por ello que cuando vayas a la tienda de las palabras, escoge las más bonitas, las más vistosas, las más alegres, las más divertidas, las que enamoran, las que hacen soñar, reír y llorar pero de felicidad para que cuando las pronuncies puedas decir que el poder de las palabras transforma un mundo gris en uno multicolor, donde todo es hermoso a pesar de las dificultades.
Recuerda... sólo tu eres quien puede hacer mágico el poder de las palabras. No las uses para dañar sino para construir un mundo mejor, para sentirte bien y estar en comunión con Dios.
Proverbios 16:24: Palabras de gracia son como un panal, dulzura para el alma y medicina al cuerpo
Proverbios 13
3 El que guarda su boca guarda su alma; Mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad.
1 Pedro 3
9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.

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