Lectura: Números 6: 1-13.
En el Antiguo
Pacto, se hacía voto de consagración para dedicarse a Jehová. El nazareato
consistía en apartarse voluntariamente, exclusivamente para Dios por un tiempo
determinado. El nazareo era un consagrado al Señor.
El nazareato
es parecido al discipulado en el Nuevo Testamento. El Señor Jesucristo,
hablando acerca del llamamiento a los discípulos dice: "Si alguno quiere
venir en pos de mí" –sepa lo que tiene que empezar a vivir de aquí en
adelante–, "niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame"
(Luc. 9:23).
El nazareato
solía ser temporal, mas para nosotros, los que en esta dispensación de la
gracia hemos consagrado nuestra vida al Señor, es para siempre. ¡Qué privilegio
para un hombre que ha sido regenerado, que ha sido alcanzado por su gracia!
¿Cómo podría vivir indiferente, sin consagrar el resto de su vida al Señor,
habiendo sido recogido por misericordia?
Todos los que
hemos creído en el Señor Jesucristo tenemos la misma fe, somos hijos de Dios;
aun así, hay sólo un pequeño remanente que quiere seguir al Señor
santificándose para él, viviendo por él y para él.
La iglesia
está viviendo un período muy precioso de frutos, de palabra, de revelación;
pero creo que en estos días el Señor quiere algo más de nosotros: quiere que le
sirvamos como nunca antes lo hemos hecho. A medida que pasa el tiempo, el
camino se nos va estrechando, pero aquel que está mirando al Señor, cuanto más
lo ve, más lo conoce y más lo ama; más quiere entregarse por completo. A medida
que se va acercando a él se da cuenta que todo lo del mundo es pasajero y es
vano. Las luces del mundo, la gloria de los hombres, para él no tienen sentido.
Su gozo, su alegría, todo, está en el Señor.
El nazareato perfecto de
Jesús
No podemos
dejar de hablar del nazareo perfecto: nuestro bendito Señor Jesucristo. Su
manera de ser, su estilo de vida, en todo fue impecable. Todo el tiempo estaba
consagrándose a su Dios, nada hacía por su propia cuenta. Vivió el nazareato
perfectamente. Él fue intachable hasta su muerte en la cruz, y por esa causa
fue levantado de entre los muertos.
En Juan 4:34,
él dice: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe
su obra". En otras palabras, "Yo no tengo otra manera de vivir; es
Dios conmigo. Solamente lo amo a él, estoy pendiente de él, y hago lo que él
quiere. Esto es todo lo que tengo que hacer en la tierra: la voluntad de mi
Padre".
En el Salmo
22:6, siendo él Dios, siendo el creador de los cielos y de la tierra,
declara:"Yo soy gusano, y no hombre". En todo orden de cosas, él
mostró lo que es honrar a Dios. Nunca se asomó en él la vanagloria. Siempre
vivió una vida crucificada, no haciendo ostentación de lo que él era. Cuando
Pedro proclama la revelación más grande del Mesías en la tierra, él les manda
que no lo digan a nadie. Cuando el pueblo quiere hacerlo rey, por las
maravillas que hacía, se va al monte, a la soledad. En realidad, siempre vivió
una vida consagrada, un estilo precioso de vida delante del Padre. Ejemplo nos
dejó él para seguir sus pisadas.
"Jehová
es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte ... Me
mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a
tu diestra para siempre" (Salmo 16:5, 11). El Señor tuvo una consagración
perfecta. Él sabía que sólo en la presencia de Dios estaba todo su
contentamiento, toda su alegría y todo su gozo.
La abstinencia del vino
El nazareo
debía observar varias abstinencias. Una de ellas era la del vino. "Y el
vino que alegra el corazón del hombre, el aceite que hace brillar el rostro, y
el pan que sustenta la vida del hombre" (Salmo 104:15).
El vino
representa las cosas que alegran en el mundo, lo que el hombre anhela o valora
muy alto. Es el goce terrenal, pasajero, aquel que llena momentáneamente el
corazón del hombre y que lo lleva hasta llegar a creerse algo, cuando en el
fondo no es nada. Cuando un hombre está con algunas copas en su cabeza, se
envalentona y comienza a hablar, y no hay quien lo detenga. Es el estilo de
vivir, la alegría vana del hombre.
¿En qué se
alegra el mundo hoy? En una película, en un partido de fútbol; con algún líder
político, con un cantante. Llega hasta a emocionarse, a saltar y a gritar. Es
todo lo que el mundo busca: el dinero, el bienestar material. Su disfrute está
en tener muchas cosas. "Alégrate, alma mía, muchos bienes tienes". En
cambio, para un nazareo, su gozo es Cristo y sólo Cristo. Nada más que eso le
llena. Todo lo demás pierde su brillo. Lo único que brilla delante de sus ojos
es su precioso Salvador y Señor.
Que el Señor
nos conceda la dicha de poder gozarnos sólo en Cristo. Que nuestra alma, si
quiere danzar, o si tiene que llorar de alegría, sea por Cristo y sólo él. Que
no sea el gozo terreno, pasajero, liviano.
Para un
nazareo, su gozo siempre será Cristo. No depende de las circunstancias de la
vida, de cómo le está yendo, sino de que Cristo es su todo. Los demás podrán
relajarse, pero el que ha decidido seguir en pos de Cristo no puede estar sin
contemplarle, sin orar, sin bendecirle, sin leer la Escritura, sin servirle. Es
imposible. No puede encontrarle sabor a otra cosa. Su deleite, su gozo, su
copa, su herencia, su todo, es Cristo y sólo Cristo.
Que el Señor
nos conceda el privilegio de amarle y servirle de verdad. Otros cristianos
pueden relajarse, otros pueden darse libertad en la carne. Pero el nazareo
dice: "No, "todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es
lícito, pero no todo edifica ... todas las cosas me son lícitas, pero yo no me
dejaré dominar de ninguna", por cuanto he decidido consagrar mi cabeza al
Señor".
Que no se
debilite nuestro corazón cuando algunos cristianos blasfeman contra el Señor
con sus palabras ociosas, sus actitudes, su manera de vivir. Aunque todos los
demás sean livianos, nosotros hemos decidido servir al Señor, y servirle hasta
cuando él venga.
El dejarse crecer el
cabello
La
abstinencia del vino representa la renuncia al goce terrenal. Pero había otra
abstinencia más: el nazareo no pasaría navaja sobre su cabeza, dejaría crecer
su cabello.
1 Corintios
11:14 dice: "La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es
deshonroso dejarse crecer el cabello?". Los que quieren vivir una vida
justa y piadosa, tendrán que perder su dignidad natural, sus derechos. El varón
debería cortarse el cabello, pero si se lo deja crecer es como perder esa
dignidad. Esto significa que un consagrado nunca tendrá que reclamar derechos y
hacerse justicia por sí mismo, sino siempre esperar en el Señor.
Los
discípulos saben que no tienen que reclamar justicia. Lo natural es decir:
"Tienen que hacerme justicia". Algunos declaran: "El Señor me
hará justicia". Pero según esta regla del nazareato, él pierde toda su
dignidad.
"De
manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a
carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún
no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues
habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y
andáis como hombres?" (1 Cor. 3:3). Si nos decidimos a andar como hombres
y no como siervos, entonces reclamaremos nuestros derechos, exigiremos que se
nos haga justicia. "Yo tengo que salir adelante, yo tengo que decir la
última palabra". El hombre natural lucha hasta salir favorecido. Eso hace
el común de los hombres. Pero uno que ha decidido seguir al Señor de verdad,
esperará sólo en el Señor. No puede reclamar derechos: tiene que tomar la cruz.
El no contaminarse con
muertos
Otra
abstinencia del nazareo era de no tocar muertos. Romanos 8:6: "Porque el
ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y
paz". Cuando leemos en Números 6, pareciera injusto que si alguien cayese
súbitamente muerto junto a un nazareo, aunque éste no tenía la intención de
estar con él, contaminaba su cabeza, y tenía que hacer un sacrificio expiatorio
para librarse de esa culpa.
¿Qué
significa esto para nosotros? En esta generación tan maligna y perversa
pareciera tan difícil ser fiel, ser santo. El enemigo nos bombardea con cosas
pecaminosas de todos lados. En estas condiciones, ¿quién podrá ser nazareo,
quién podrá ser un discípulo que agrade el corazón del Señor? Pero me consuelan
estas palabras: "Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia"
(Rom. 5:20).
De manera que
en esta mala generación, si el hombre o la mujer deciden consagrar de todo
corazón su vida al Señor, tendrá la asistencia de la gracia para ser fiel, más
de lo que piensa o entiende. Porque la gracia capacita al hombre, le da
autoridad, le socorre para salir adelante y enfrentarse a todas las vicisitudes
de la vida. Os digo una cosa: que cuando el Señor venga, muchos nazareos
estarán en pie para recibirlo.
Los nazareos
tendrán que huir de toda palabra corrompida, de pensamientos desordenados, de
chismes y murmuraciones. Cualquiera de estas cosas nos contamina, y a veces
somos participantes de ellas, y hasta las aprobamos. Hay gente murmuradora aun
en medio de la casa del Señor. El que ha decidido consagrarse al Señor tendrá
que huir de toda forma de muerte. "El que es santo, santifíquese
todavía" (Ap. 22:11). La gracia está disponible para todos los que quieran
santificarse y agradar al Señor.
El nazareo no
debía contaminarse ni por su padre ni por su madre, ni por sus hermanos. Esto
se relaciona con los afectos familiares. Cuando en la iglesia hay una
disciplina que involucra a alguien de la familia, algunos parientes suelen
tomar partido a favor del afectado. Si es disciplinado un esposo, una esposa o
un hijo, los demás se debilitan y dicen: "Sí, fueron muy duros con él, o
con ella", y generalmente se apartan de la comunión.
Un nazareo
dirá: "El Señor tiene razón, él hizo lo correcto. En cuanto a mí, seguiré
adelante, amando al Señor. Dios es el que hace justicia, yo no reclamo nada, ni
puedo detenerme por mi padre ni por mi madre".
Qué similitud
hay entre lo que el Señor dice: "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su
padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su
propia vida, no puede ser mi discípulo" (Luc. 14:26). Cuando su madre y
sus hermanos vienen a buscarle, él dice, señalando a sus discípulos: "He
aquí mi madre y mis hermanos" (Luc. 12:49). ¿Es que no amaba a su madre,
es que no amaba a sus hermanos? Sí los amaba. Pero su todo era Dios. Él les
estaba dando una enseñanza a sus discípulos: que primero está él. Primero está
el Señor, antes que tu esposa y que tus hijos, antes que todos tus familiares,
por muy amados que sean.
Un nazareo
desecha esa alianza natural, y dice: "Yo soy de Cristo, y en primer lugar
voy a agradar a mi Señor". No es porque no ame a su familia. Los hijos
tendrán que honrar más que nunca a sus padres, el esposo a la esposa, y la
esposa a su esposo; pero primero está el Señor. Cuando José y María buscaban al
niño Jesús, él les dijo: "¿No sabíais vosotros que en los negocios de mi
Padre me es necesario estar?". Fue intachable en su conducta con sus seres
queridos, pero he aquí le vemos decidido por sobre todo a consagrar su cabeza a
Dios su Padre. Que el Señor nos conceda esa dicha también.
Amamos mucho
a todos nuestros familiares, pero el Señor es más precioso. Es más digno de
seguirle, de amarle con todo el corazón. Y cuando le amamos así, parece que
sube más amor por los hijos y más amor todavía por la esposa o por el esposo.
En realidad,
la satisfacción del discípulo, del nazareo, solamente está en su Señor.
La expiación por la
culpa
"Y
consagrará para Jehová los días de su nazareato, y traerá un cordero de un año
en expiación por la culpa; y los días primeros serán anulados, por cuanto fue
contaminado su nazareato" (Lv. 6:12).
Cuando
empezamos a contaminar nuestro nazareato por una u otra causa, se empieza a
perder el gozo, el Espíritu se va apagando, no hay sensibilidad ni
discernimiento, no hay sabiduría, sino frustración y desánimo. ¡Qué tremendo es
no percibirlo, como le pasó a Sansón, que cuando mancilló su nazareato, cesó el
poder de Dios en él!
Si el nazareo
pecaba, tenía que presentar un sacrificio expiatorio. Pero lo terrible era que
los primeros días de su consagración eran anulados. Cuando caemos en pecado,
poco a poco nos vamos apartando del Señor, y hasta nos separamos de la
comunión, nos vamos.
Cuando
alguien se aleja de la comunión, y más tarde vuelve, suele querer ocupar el
mismo lugar que antes dejó. Y pronto empieza a alzar la voz, queriendo ser
tomado en cuenta. Pero, de acuerdo al ejemplo del nazareato, los días de su
primera consagración son anulados. Entonces, tendrá que volver al punto en el
cual cayó, y desandar lo que anduvo con su cabeza contaminada. Durante el
período en que él estuvo lejos, pasaron muchas cosas preciosas en la iglesia –hubo
edificación, hubo disciplina, hubo gozo, fuimos transformados un poco más a la
imagen del Señor Jesucristo– pero él quedó rezagado. Si pretende seguir
sirviendo al Señor con su cabeza mancillada, con su corazón contaminado, todo
el pueblo se da cuenta, todos los hermanos se dan cuenta. No hay virtud, no hay
gracia, no hay sabiduría, no hay discernimiento.
Sí, los
primeros años son anulados, pero hay esperanza de restauración para quienes han
mancillado su nazareato, porque Dios es bueno y Dios es fiel, y porque la
sangre expiatoria de Cristo está vigente para salvar.
Consagrar la
vida al Señor y decidir seguir en pos de él tiene un costo muy alto, pero al
mismo tiempo es un privilegio tremendamente grande. El Señor es precioso. Por
tanto, es mejor consagrar la vida al Señor que vivir en los deleites temporales
del pecado. Tenemos que amarlo, tenemos que seguirlo de todo corazón. El
llamado para un nazareo o un discípulo es a andar como Cristo anduvo. La
demanda es alta.
Si alentamos
a los hermanos, a los hijos, a la esposa, que hay que consagrarse de verdad; si
les decimos en seguida la verdad a los que vienen llegando –que Dios es santo–;
si eso les va a caer como fuego en el corazón, y de ahí van a empezar a crecer
en Cristo, vamos a dejar edificado su corazón con la palabra de verdad, y tal
será su consagración en los días venideros.
Que el Señor
nos conceda esa dicha.
Diccionario biblico:
Nazareo
(heb. nâzîr, "separado [dedicado,
consagrado]"; del verbo nâzar, "separar[se]",
"consagrar[se]",
"dedicar[se]" o "abstener[se]" para uso ceremonial o
religioso).
Persona que
tomó ciertos votos especiales voluntarios y temporarios con los que
se dedicó a
Dios (Nm. 6:2). Quien hacía el voto
seguía viviendo una vida
normal en la
sociedad, con la excepción de que: 1. Se abstenía de todo producto
derivado de
la vid (vs 3, 4). 2. Dejaba de cortarse
el cabello (v 5). 3. Se
abstenía de acercarse a un cuerpo muerto para evitar
la contaminación ritual
(v 6); si por
accidente se ponía en contacto con un cadáver debía ofrecer
sacrificios
específicos y comenzar de nuevo todo el período de su voto (vs
9-12). Un
Nazareo era "santo para Jehová" todos los días de su "nazareato"
(separación;
v 8). Al final del período que había
especificado se debía
presentar ante
el sacerdote con ciertos sacrificios indicados, y se debía
cortar el
cabello y quemarlo (vs 13-21).
Algunos, como
Samuel (1 S. 1:11) y Juan el Bautista (cf Lc. 1:15) fueron
nazareos para
toda la vida. Los padres de Sansón
recibieron la instrucción de
que su hijo
debía ser Nazareo desde su nacimiento (Jue. 13:5, 7), pero éste fue
notoriamente
infiel a ese voto. Amós menciona a
ciertas personas impías que
tentaron a un
grupo de nazareos a quebrantar sus votos de abstinencia total de
bebidas
embriagantes (Am. 2:11, 12). Pablo hizo
lo que aparentemente era una
forma
modificada del voto de Nazareo como preparación para su última visita a
Jerusalén
(Hch. 18:18; 21:20-26). No hay registros
de personas que
voluntariamente
hayan hecho el voto para toda su vida, y en todos los casos
fueron los
padres quienes tomaron tales votos en favor de sus hijos.
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